¿Política industrial para el cambio estructural?

Por Joaquín Sostoa

La relación entre el crecimiento económico y el cambio estructural es conocida. Entendemos aquí por cambio estructural a las modificaciones en el peso de los grandes sectores económicos (primario, secundario y terciario o agricultura, industria y servicios) en el valor agregado y el empleo de una economía. Se conoce como uno de “los hechos de Kuznets” a los cambios en la composición del producto y el empleo que ocurren a medida que una economía se desarrolla: de producir principalmente bienes primarios para luego industrializarse, y terminar con el sector servicios ocupando la mayor parte de su valor agregado en los días modernos (Gráfico 1).

Gráfico 1. Participaciones sectoriales del empleo y valor agregado en relación al PIB per cápita para un grupo de países desarrollados (1800-2000)

Fuente: Herrendorf, B., Rogerson, R., & Valentinyi, Á. (2013).

En cierto sentido, dicha trayectoria de transformación estructural y crecimiento económico puede ser entendida desde dos interpretaciones. Por un lado, puede afirmarse que el cambio en la composición económica es resultado del crecimiento económico, es decir, que es un proceso endógeno. Las apreciaciones que mejor capturan este hecho se ven por el lado de la demanda; “la Ley de Engel” y “la ley de Kaldor-Verdoorn”.

La primera ley establece que a medida que los ingresos aumentan, el porcentaje destinado a gastos alimenticios disminuye, mientras que las participaciones de bienes manufacturados y servicios crecen. La segunda hace referencia a que el aumento de los ingresos eleva la productividad del sector manufacturero, que luego pasaría a contagiarse al resto de la economía. Bajo este par de ideas, el crecimiento económico en sí mismo genera cambios cualitativos y estructurales, sin necesidad de ningún tipo de intervención por el lado de la oferta de la economía, es decir, sin la necesidad de una política industrial activa[1].

Por otro lado, la segunda interpretación de los hechos pone el acento en las fuerzas exógenas al mercado que intervinieron por el lado de la oferta, tradicionalmente industriales. Este enfoque está bien capturado bajo la justificación de la “industria naciente” y las políticas de protección comercial. Sin embargo, la política industrial es entendida de manera integral, como una batería de medidas comerciales, científicas, tecnológicas, cambiarias, crediticias, fiscales, de coordinación y asignación de recursos.

En estos casos, la política industrial sí juega el papel más importante en las políticas de desarrollo económico. Los países que no quieran o puedan ejecutar este tipo de políticas quedarían relegados y lejos de la convergencia hacia los países más ricos del globo, mientras las condiciones externas sean favorables a implementarlas.

Es difícil oponerse a ambas visiones debido a que casi todas las economías que se desarrollaron pasaron por un mismo camino, lo que nos da una pauta de la posición a la que tienden las economías de mercado cuando crecen.  Asimismo, también es difícil negar que gran parte de las economías desarrolladas aplicaron en alguna medida políticas industriales[2], lo que no quiere decir que toda política industrial termine con un final feliz, pero sí que los finales felices requieren de una política industrial.

Hay probabilidad de que en sus etapas iniciales las trayectorias de desarrollo generen cambios estructurales endógenos, guiados por la demanda, cuantitativa y cualitativamente. Debido a la inserción de las economías en un mundo globalizado, intentar producir bienes con mayor valor agregado puede hacerse cada vez más difícil, debido a la posición de los países pioneros y más avanzados en los mercados industriales y tecnológicos. Quizás en estas etapas superiores, la política industrial tenga un mayor rol en crear las condiciones para que el sector industrial local pueda crecer, modificando las rentabilidades relativas de los sectores y, por lo tanto, interviniendo en los resultados de la asignación del mercado[3]. De no hacerse, quizás las economías en vías de desarrollo sufran de una “industrialización truncada” o ralenticen totalmente este proceso.

Bibliografía

Amsden, A. (1989). Asia’s Next Giant: South Korea and Late Industrialization. Oxford University Press.

Cesaratto, S., Serrano, F., & Stirati, A. (2003). Technical Change, Effective Demand and Employment. Review of Political Economy, 15(1), 33-52.

Chang, H. J. (2013). Patada a la escalera: la verdadera historia del libre comercio. Ensayos de economía.

Herrendorf, B., Rogerson, R., & Valentinyi, Á. (2013). GROWTH AND STRUCTURAL TRANSFORMATION. NATIONAL BUREAU OF ECONOMIC RESEARCH.

Juhász, R., Lane, N., & Rodrik, D. (2023). The New Economics of Industrial Policy.


[1]Lejos de caer en un debate de intervención vs no intervención, estas visiones hacen énfasis en las intervenciones por el lado de la demanda y no de la oferta (al menos que sean cuellos de botella puntuales), bajo modelos de crecimiento liderados por la demanda. Se puede ver en (Cesaratto, Serrano F. & Stirati, 2003).

[2] Procesos bien documentos en (Chang, 2013) o (Juhász, R., Lane, N., & Rodrik, D., 2023).

[3] En palabras de Alice Amsden “poniendo mal los precios” (Amsden, 1989).

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