En economía, se llaman externalidades a los efectos indirectos que tienen las actividades lucrativas sobre terceros. Estos efectos pueden ser positivos o negativos. El ejemplo tradicional de una externalidad negativa hace referencia a la contaminación. Cuando una empresa productora de un bien contamina libremente un río en su proceso productivo, está dañando la calidad de vida de terceros imponiendo un costo social, mientras que recibe beneficios por la venta de sus productos. Es probable que si la contaminación tuviera un precio, y por lo tanto un mercado, se internalizarían esos costos y la producción se vería disminuida y así la contaminación del río.
El caso extremo de una externalidad es un bien público, el cual es un bien que se puede proporcionar a todos tan fácilmente como a una sola persona. Hoy día la humanidad se enfrenta más bien a un mal público. Las emisiones humanas de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero son uno de los principales impulsores del cambio climático y presentan uno de los desafíos más apremiantes del mundo. Un clima cambiante tiene una variedad de posibles impactos ecológicos, físicos y de salud, incluidos fenómenos meteorológicos extremos (como inundaciones, sequías, tormentas y olas de calor); aumento del nivel del mar; crecimiento alterado de los cultivos; y sistemas de agua perturbados (Ritchie, Roser, & Rosado, 2020).
En 1940 el mundo había emitido alrededor de 9 mil millones de toneladas de CO2, provenientes principalmente del cambio de uso del sueldo y en segundo lugar de los combustibles fósiles y de la industria. En 2021 el mundo emitió 41 mil millones de toneladas de CO2, siendo los combustibles fósiles el origen del 90% de estas emisiones. Al representar un problema que, en teoría, impacta a todos los países sin discriminación, los gobiernos han tratado de disminuir estas emisiones a través de acuerdos internacionales como los tratados. En 1997 numerosos países negociaron el Protocolo de Kioto sobre cambio climático. Bajo este acuerdo los países de altos ingresos aceptaron compromisos vinculantes para reducir 5% sus emisiones de gases con efecto invernadero (con base en 1990).
Existen diversos métodos para reducir la contaminación ambiental y las emisiones de gases. Se pueden establecer controles directos, como prohibiciones y regulaciones coercitivas, como también es posible cobrar impuestos a los contaminantes. Sin embargo, los economistas han pregonado que las soluciones basadas en los incentivos del mercado son más eficientes debido a que los primeros no pueden garantizar la condición de que las emisiones de todas las fuentes deban tener costos marginales iguales. Y por otro lado, porque al establecer un mercado se establece un incentivo económico para la no contaminación. Además, algunos cálculos estiman que los métodos de control directo son de 2 a 10 veces más costosos que los intercambios de emisiones (Tietenberg, 2006).
El Protocolo de Kioto contenía una cláusula para la negociación de emisiones entre los países, basado en la experiencia de los Estados Unidos con el programa de intercambio de permisos de dióxido de azufre. ¿Pero de qué tratan exactamente estos permisos negociaciones, créditos o bonos? La idea esencial es que las unidades económicas reciban ciertas asignaciones de derechos de emisión de CO2, en base a ciertos criterios y evaluaciones. Estas pueden emitir CO2 de acuerdo a su posesión de créditos. Si emiten menos o no emiten, pueden vender esos créditos y obtener un beneficio monetario por ello. En cambio, si emiten más deben comprar más créditos aumentando sus costos. Un crédito de carbono equivale a 1 tonelada de dióxido de carbono. El precio del crédito puede establecerse en el mercado y presentar presiones a la baja si los agentes presentan excedentes o si se utilizan tecnologías más limpias.
Tras la finalización del Protocolo de Kioto, inició en 2020 la aplicabilidad del Acuerdo de París con 195 firmantes. Este se negoció en el 2015 con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global. En su Artículo 6 se establecieron medidas de mercado y de no mercado para reducir las emisiones. En él también se establece el concepto de adicionalidad, donde rige que debe demostrarse que las emisiones a ser eliminadas bajo el mecanismo de mercado no se pueden eliminar de otra manera (Carbon Neutral, 2022). En la COP26 se llegó a un acuerdo para establecer reglas para el mercado global de carbono bajo dicho artículo.
Los mercados de crédito de carbono pueden dividirse en dos tipos: 1) mercados de “cap and trade” o mercados regionales regulados, como el que existe en Europa (ETS) desde 2005; y 2) mercados voluntarios de créditos de carbono generados a través de proyectos de mitigación que permiten la compensación a través de compras/ventas negociadas de forma extrabursátil.
Entre los mercados voluntarios existen además tres tipos: 1) mercados regulados por los mecanismos internacionales de las Naciones Unidas en el marco del protocolo de Kioto: Mecanismo de Desarrollo Limpio; Aplicación Conjunta; 2) mercados voluntarios de compensación de carbono que se utilizan como parte de las estrategias de reducción de emisiones que exigen certificaciones estándar “gold standard” o “checked carbon standard”; y 3) mercados de créditos regionales, nacionales y subnacionales que son administrados por autoridades regionales y nacionales (His & Doherty-Bigara, 2021).
Trabajos citados
Carbon Neutral. (2022). Artículo 6 del Acuerdo de París: 3 aspectos claves del mercado de carbono.
His, S., & Doherty-Bigara, J. (2021). ¿Son los mercados de carbono un mecanismo sólido para asegurar el éxito del Acuerdo de París? BID.
Ritchie, H., Roser, M., & Rosado, P. (2020). CO₂ and Greenhouse Gas Emissions. Our World in Data.
Tietenberg, T. H. (2006). Environmental Economics and Policy.