UIP analizó la Triple Trampa en Paraguay
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) identificó una serie de desafíos estructurales que impiden el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe que denominó la “Triple Trampa”: bajo crecimiento económico, alta desigualdad y deficiencias en la gobernanza e institucionalidad.
Frente a este panorama, el Centro de Estudios Económicos (CEE) de la Unión Industrial Paraguaya elaboró un análisis con el objetivo de comprender las causas de estos problemas y proponer soluciones prácticas, destacando el papel que podría jugar la industrialización para superar estos obstáculos enfocados en Paraguay.
1° Trampa: Baja capacidad para crecer
Julio Fernández, jefe Senior del CEE, explicó que la primera trampa relacionada con el bajo crecimiento es la falta de dinamismo económico. “Luego de la década del 70, América Latina y el Caribe se enfrentó a 30 años perdidos, con un crecimiento económico promedio menor al 3%, siendo la década de los 00s la única excepción. Cabe mencionar que incluso la última década (2015-2024) registró un crecimiento del PIB de tan solo 0,9%”, comentó.
El economista explicó que este fenómeno se dio por tres factores: bajo crecimiento de la productividad, baja inversión y calidad insuficiente de los recursos humanos. El primero tiene que ver con el estancamiento de la productividad laboral que se viene arrastrando desde 1980, llegando en 2023 a ser 4% menor que la registrada hasta la década del 70.
“En 2022, Paraguay tenía una productividad laboral de 13,3, bastante menor que países vecinos como Argentina (29,8), Uruguay (26) y Brasil (17,7)”, detalló
En segundo lugar, el crecimiento de la inversión ha caído desde la década del 80, donde solo creció 2,1% anualmente. Desde 2010 el crecimiento pasó a ser de tan solo 0,8% en promedio. En este punto, Paraguay se encuentra mejor posicionado, considerando que obtuvo un crecimiento promedio anual 3,6% durante 20 años (2003-2023).
Por último, Fernández señaló que la calidad de los recursos humanos también ha sido un factor limitante para el desarrollo económico. El crecimiento del empleo en la década del 70 era de 3,9%, mientras que en la década de 2010 fue de tan solo 1,3%. Durante los años 2014-2023, Paraguay tuvo la tasa de desempleo anual promedio menor en toda la región (6,4). En contraposición, el 66,8% de los empleos se dieron en condiciones de informalidad.
2 ° Trampa: alta desigualdad, baja movilidad y cohesión social
América Latina y el Caribe han sido las regiones más desiguales del mundo durante los últimos 30 años, con una distribución de ingresos extremadamente concentrada en los sectores más altos, que representan solo una pequeña parte de la población. Según el índice de Gini, que mide la desigualdad económica, Paraguay se posiciona como el segundo país más desigual de la región, con una calificación de 0,4.
“La concentración del ingreso ha resultado en una movilidad social muy limitada, lo que impide que las personas de sectores más desfavorecidos puedan mejorar su calidad de vida. Entre 2010 y 2020, el porcentaje de la población con ingresos medios-bajos en América Latina apenas varió, pasando del 77,4% al 76,2%”, señaló
Esta combinación de alta desigualdad y escasa movilidad social ha dado lugar a una débil cohesión social, que se refleja en un alto nivel de desconfianza tanto a nivel personal como institucional. Esto genera un sentimiento generalizado de vulnerabilidad y desesperanza entre las personas, que se sienten incapaces de mejorar su situación futura y, a menudo, indefensas ante las dificultades laborales y sociales que enfrentan.
3° Trampa de baja capacidad institucional y gobernanza poco efectiva.
En América Latina y el Caribe, se enfrentan una serie de problemas derivados de la débil institucionalidad y la falta de efectividad en la gobernanza. Entre los principales obstáculos se destacan la baja eficiencia administrativa, la excesiva burocracia, administración pública de mala calidad, falta de planificación a largo plazo y deficiencia en procesos de contratación, dejando de lado los procesos meritocráticos, generando inestabilidad en el empleo y falta profesionalización. Estos factores inciden directamente en el desempeño de las instituciones y en la capacidad de los gobiernos para implementar políticas públicas efectivas.
Un indicador clave de esta problemática es el Índice de Estado de Derecho (IED), que mide la confianza de los ciudadanos en el cumplimiento de las reglas sociales, particularmente en la ejecución de contratos, la protección de derechos de propiedad, la eficacia de la policía y los tribunales. En el caso de Paraguay, el IED se sitúa en 0,46, el tercer puntaje más bajo de la región, lo que refleja las debilidades estructurales en la gobernanza y el Estado de Derecho en el país.
Por otro lado, los resultados de la Evaluación de Efectividad de Control Interno del Sector Público, realizada por la Contraloría General de la República, muestran que el 60% de las instituciones públicas en Paraguay se encuentran en un estado ‘deficiente’.
“Esto resalta la urgente necesidad de mejorar los mecanismos de control interno y la eficiencia en la gestión pública, para garantizar que los recursos del Estado se utilicen de manera óptima y transparente”, indicó Fernández.
Impacto de la industrialización para superar la Triple Trampa
Si bien Paraguay se encuentra en varios casos mejor que el promedio latinoamericano, aún tiene mucho que mejorar para poder generar un mayor bienestar tanto económico como social. La industrialización acelerada podría ser un factor determinante para superar los obstáculos del desarrollo que la CEPAL denominó la “Triple Trampa”:
“Al potenciar la industria en su economía, el país no solo puede aspirar a un crecimiento sostenido, sino también a la generación de empleos de calidad que eleven la productividad y activen un ciclo positivo de inversión y progreso”, mencionó.
Más allá de los beneficios económicos, la industrialización tiene el potencial de transformar profundamente la cohesión social de Paraguay, reduciendo las desigualdades y ampliando el acceso a trabajos formales que mejoren el bienestar de la población y fortalezcan la movilidad social. De esta forma, el progreso industrial se convierte en una herramienta clave para mitigar la vulnerabilidad económica y social.
En el ámbito institucional, el impulso hacia un desarrollo industrial requerirá de regulaciones eficaces y una gobernanza sólida, generando un ambiente que promueva la transparencia y fomente la confianza en las instituciones. Este fortalecimiento institucional no solo será un factor atractivo para la inversión extranjera, sino que también consolidará la estabilidad necesaria para un crecimiento inclusivo y sostenible.